Explorando los límites. De lo invisible en el arte
Cuando el diablo está aburrido mata moscas con el rabo. Yo, en cambio, busco donde posiblemente no haya o resulta que necesito tiempo para “darme cuenta” ¿Hago cosas porque sí o simplemente carezco de palabras para contar lo impronunciable? El acto de pintar no es relevante en este momento. Lo importante es, tanto para mí como para otros/as como yo, si realmente hacemos (pintamos) sin ser capaces de ver, sin intuir o ignorando los más allá.
Puedo seguir así, emocionándome sin preocuparme de la grieta por donde emanan los aromas que me cautivan, silenciosos, para mí, en la oscuridad, ciego en el disfrute, celebrando mariposas en el estómago cuando vuelvo a ellos (los cuadros) después de un tiempo.
O puedo revisarlos, arrancando teorías en lecturas posteriores y valorarlos de muy distinta manera. Me podría equivocar o VER todo de golpe, algo, por descontado, inquietante y atrayente, casi como atravesar lo prohibido por unos instantes.
En estos momentos leo El robo de la Mona Lisa. Lo que el arte nos impide ver (Darian Leader). Tras cada línea leída desvío la mirada o el pensamiento a uno de mis cuadros, a lo que me ronda por la cabeza cuando los inicio, a lo que pensé de ellos tras abandonarlos, a cuándo, cómo y por qué llegaron cuando llegaron, al proceso, a la evolución, al final. Tan centrado estoy en la lectura como en sus miradas (como si ellos me mirasen a mí esperando ser más aprovechados, como si me dijeran “tonto, te has dejado lo mejor en el plato, vuelve, que el tiempo nos ha mejorado y ahora sí que nos vas a apreciar”) Reconozco que puede ser muy atractiva la idea, pero también muy profunda la brecha y fácil perderse a través de ella. Al fin y al cabo es sólo una teoría más, “teoría sorprendente y audaz de lo que vemos y no vemos en el arte”, seductora y reveladora, tanto como peligrosa pudiera ser para algunos/as.
Cuando despierto, cuando vuelvo a mi realidad, me quedan los ecos difusos, los recuerdos como cuando he tenido un sueño (o una pesadilla) y durante un tiempo, según la intensidad, me vienen a la cabeza frases, imágenes y momentos que se mezclan con la tarea diaria inquietándome.
Es como si yo mismo me hubiera ido dejando migas por el camino mientras iba para que vuelva. Lo que no encuentro es el manual de uso, sólo piezas desperdigadas de un puzle que, intuyo, podría comenzar a montar.
Advierto señales, no sé si es que quiero que sea así o es que lo es. Y les pregunto (y esto ya me recuerda a “Los otros”) ¿Hay alguien ahí?
Como dice Vicente Verdú en su artículo De la atracción de lo invisible sobre este mismo libro, “todo lo que se queda dentro, como hacía Beckett con las frases o Cage con las notas, todo lo que no se dice, ni se oye, ni se ve es, con alta frecuencia, incomparablemente superior a lo escuchado o lo visto”.
- Imagen de cabecera: detalle de Ausencia nº13. Óleo sobre yute. 38×61 cm. 2012-2013. Alberto Reina.
La Gioconda, el robo y otras cosas:
El robo de «La Gioconda» o el millonario arte de jugar con la noticia.
Las elecciones y el robo de la Gioconda.